Si hay algo que pueda predecir los acontecimientos en donde peligran vidas humanas, hay dos cuestiones básicas: una es la de respetar las reglas viales, y la otra, más propia, es la de evitar estados emocionales o físicos que nos abstraen de un correcto y seguro manejo. 

La cobertura de nuestro Móvil TDC desde un accidente en La Falda, en la casi medianoche del jueves a pocos metros de la terminal de ómnibus, es exponente de la carencia total del respeto a las consignas de seguridad vial. 

El choque entre dos vehículos terminó, por milagro, con el saldo de un herido leve, pero podría haber sido fatal para los conductores de esos u otros vehículos o peatones cercanos a la escena. 

Por un lado, el conductor del Ford, joven de 40 años oriundo de Villa Giardino, luego de cargar combustible, decide realizar una peligrosa e ilegal maniobra en U para retomar la ruta 38 hacia el norte.

El otro vehículo, un Audi, conducido por un integrante de las fuerzas policiales fuera de servicio, venía a gran velocidad desde el norte y se presume que tendría alcohol en sangre, estado que no le permitió ni frenar o esquivar al otro automóvil.

El saldo fue fortuito, además de los daños expuestos, solo un herido

con un leve corte detrás de la oreja.

Pero las culpas compartidas de ambos, también responsabilizan a todo un sistema, que no solo NO detecta advertencias sobre cómo conducimos, sino que naturaliza las transgresiones considerándolas parte de la normalidad. 

No esperemos que mueran personas para cambiar esta actitud colectiva negligente.