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La grieta del fuego cordobés que también quema nuestros cerebros

La adversidad de los incendios en Córdoba vuelve a ponernos a prueba como sociedad organizada, los siniestros continuos y de magnitud incalculable, siguen confirmando dos cosas: una es la combinación invisible de factores que generan los incendios, y lo otro es lo endeble y frágil que es nuestro ecosistema natural donde vivimos, especialmente en el Valle de Punilla.

 

Países del primer mundo, sufren los mismos cataclismos de fuego, y tienen las mismas limitaciones para contrarrestar el avance del fuego.

Hay que reconocer que en el oeste de Punilla, a pesar de todos los esfuerzos, el incendio está desbordando a todos.

 

Ante la impotencia desde el punto de vista real de conocer el verdadero escenario de la lucha contra el fuego, y a la sensibilidad emocional, frente a cualquier situación catastrófica donde mueren personas, aparecen personas que quieren sacar tajada de un momento de crisis.

 

Como si fuera un incendio, el combustible que realimenta el caos, parece abundar en estos días, donde la cuarentena, la economía, y las disputas políticas, eclosionan en cada conversación de los argentinos.

 

Pero nos ubicamos en Córdoba, donde los estamentos gubernamentales y políticos, parecen haber generado su propia grieta, discordia que parece aflorar solapadamente, como pequeñas puntas de iceberg en cada rincón de la geografía mediterránea.

 

Centrándonos en el Valle de Punilla, y considerando que se ha convertido indefectiblemente en un conglomerado social cosmopolita, los incendios, y las experiencias de adversidad que ellos han generado en muchos sectores de la sociedad, desnudan una total carencia de liderazgos representativos, equilibrados y apolíticos.

 

Por lo tanto, cada afirmación pública, es secundada por una negación, cada certeza, promueve una duda, y en nombre de la paz y los derechos de las personas, se generan guerras que nos distancian cada dia mas de los valores dignos que se está reclamando.

 

La declaraciones del director de Defensa Civil, el oficial Diego Concha,

parece haber enervado a muchos ciudadanos de Punilla, pero no tanto por sus dichos, sino por la interpretación simplificada de quienes desconocen lo que significa su mensaje.

 

Por eso, desde nuestro rol de prensa independiente, no podemos dejar pasar lo que está verdaderamente ocurriendo en nuestro valle.

 

Se está librando una guerra ante nuestras narices, la percibimos pero no la vemos, la intensificación y precipitación de los acontecimientos deben prender una luz de alerta en todos los que aquí vivimos.

 

Es cierto que la clase política no está a la altura de las circunstancias como desearíamos, también es real la insatisfacción de todos ante la incertidumbre de lo que vivimos, pero los cambios y transparencia de los acontecimientos sólo pueden suceder si respetamos la convivencia y el sentido común. Alimentar la violencia y las divisiones, en el momento que más debemos estar unidos para enfrentar la adversidad, es detestable.

 

Como comunicador he convivido por décadas junto a vecinos, brigadistas y bomberos voluntarios sumados para salvar vidas y bienes. y tengo mi mayor respeto por todos ellos, pero el tiempo me ha enseñado que ciertas situaciones no pueden dejarnos a todos inválidos, mudos y conformistas.

 

Ya no tengo respeto por quienes dentro de instituciones y movimientos, utilizan ese espacio para boicots eternos y egoístas disputas de sectores político-partidarias, y no me refiero a nadie en particular, condenó la acción.

 

Se que muchos piensan y sienten lo mismo, pero hay pocos espacios fuera de la política para exponerlos y debatirlos, y se han cruzado algunos limites en estos días, por lo que brego para frenar está escalada de odio, discriminación e intolerancia que está exterminando la paz social que buscamos todos los que elejimos el valle como nuestro hogar.      

 

Ya sé estamos en el siglo 21, pero en nuestra sociedad cercana parecemos gestar inconscientemente una barbarie propia en la búsqueda de identidad, y creo fervientemente que no se construye destruyendo, sino mejorando lo que tenemos, y provocando con racionalidad la evolución de abajo hacia arriba en los que tienen poder de cambio en nuestra pirámide social.

                                                                                   Jorge Alberto Dominguez

                                                                  Director LRJ961

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