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Isolina y el Piccolo: deja vú de un pasado imperfecto faldense

Hace unos años, en otro momento de gran controversia social, en una de las transmisiones en vivo que nuestro medio realizó desde las asambleas por los autoconvocados del gas natural a precio justo, surgió el desafío de razonar como era la sociedad faldense: la respuesta más aceptada fue de que emulaba a una urbe de cartón pintado, ya que conviven personas ricas que se exponen como pobres, y gente que emula con esfuerzo un estilo de vida superior a sus posibilidades.

Que nadie se ofenda, ya que nuestra clase media surge de está realidad Argentina.

Los problemas que dan origen a los conflictos, surgen por las ciegas o interesadas disputas de poder, y en ese aspecto la ciudad serrana alberga una sociedad que convive con la paradojas y precedentes de un mandato fundacional, que sí es histórico.

En un péndulo cíclico entre tolerancia cero o indiferencia total, ante situaciones que requieren sentido común y visión a mediano plazo, desde hace más de un siglo, Villa Edén y La Falda tienen orígenes diferentes, la primera es el resultado de un lujoso loteo, que exigía un sin fin de exigencias (solo para la alta sociedad) para la construcción de lo que hoy denominamos mansiones. y luego, detrás de la calle el lindero, (hoy av. Argentina) se encolumnaron profesionales y negocios (de origen italo-árabe) que proliferaron y crecieron con el pulso del turismo y el asentamiento progresivo de los habitantes de lujo que requerían servicios.

El debate actual sobre proteger 46 propiedades privadas como patrimonio cultural, parece más una lucha de clases sociales, que impone un accionar desde la óptica de los habitantes de un lugar residencial, que un tema patrimonial histórico; ya que la historia es cruel sobre cuánta depredación y saqueo se permitió sobre el Hotel Edén por décadas, y solo el registro de la única vez que los vecinos se unieron en esos años, fue para oponerse a la construcción de una obra de cloacas.

La vulnerabilidad que expone a que las comunidades se sumerjan en ideologías extremas, no siempre surgen espontáneamente, son generadas y sirven de terreno para una silenciosa u oportuna disputa de poder: sin ir más lejos, dos dirigentes políticos del Pro faldense, emitieron un comunicado en defensa de la protección de la casona Isolina, cuya redacción y postura pareciera contradecir totalmente consignas básicas republicanas de esa fuerza política.

Lo cierto es que mientras un barrio propone que el municipio expropie una mansión (y otras 46), en simultáneo, en pleno centro los vecinos sufren la antesala de una nueva hostería Las Piedras: el ex Hotel Píccolo, sobre la calle Meincke, que agoniza en ruinas, saqueado, y con ocupas transitorios.

Estamos en 2022, la transformación del turismo, ha dejado fuera de carrera los hoteles pequeños y desinvertidos, y muchos edificios ruinosos están convirtiéndose en locales comerciales y unidades habitacionales.

El debate abierto en las redes sociales, y el análisis que varias instituciones realizaron en el plenario del Consejo de la Ciudad el pasado jueves, es válido, pero no puede estar por sobre el trabajo y participación que muchas personas durante una década volcaron en una consulta social e institucional para definir el perfil de La Falda, interpretado en varias ordenanzas que re-definieron la zonificación del éjido urbano, y acotaron el desarrollo urbano residencial y céntrico a través del actual código de edificación.

Si se modifica nuevamente en el futuro, debe continuar respetando el perfil de la ciudad y el patrimonio privado de los propietarios de las mansiones.

Es injusto que se hayan realizado excepciones, en otros proyectos ya en construcción, sobre todo en los cuales pertenecen a ex-funcionarios municipales, pero también es triste que la juventud tenga que emigrar por falta de puestos laborales, o que discriminemos a los futuros vecinos, teniendo en cuenta que deberíamos ser buenos anfitriones.

Por lo pronto, cabe alertar que este fugaz ataque de amnesia sectorial, propulsado por un oportunismo de intereses propios, pone en riesgo el futuro de toda una ciudad pujante que irónicamente tuvo intendentes que llenaron sus discursos y promesas con la consigna de atraer inversiones. 

Y ahora que estas arriban, aceleradas por el contexto de la próxima etapa de la autovía, se está a punto de correr la voz entre inversores de todo el país, estigmatizando que La Falda expone una alta inseguridad jurídica.

Los que vivimos de emprendimientos privados, sabemos que la transformación del comercio, está poniendo en jaque la rentabilidad de muchas otras profesiones, y los centros comerciales tienen el desafío de reinventarse también.

La carencia que tiene en jaque hoy a la comunidad (agua y cloacas) solo puede ser revertida con aportes económicos genuinos, que implementen la construcción de redes de saneamiento y nuevas fuentes acuíferas de pozos profundos. paradójicamente la construcción de esas infraestructuras de servicios dependen del aporte de nuevas inversiones edilicias, así como del afianzamiento y crecimiento necesario de los actores turísticos y comerciales. 

 Será difícil sostener la reacción legal de 46 propietarios, con sólo anteponer una inconclusa ordenanza municipal faldense infructuosamente por sobre la constitución nacional.

 Contrariamente a los que creen que la supervivencia de las mansiones, depende de los concejales o de la nueva junta de historia, la palabra final la tiene un organismo provincial específico, que es el que dictamina sobre las cualidades que un edificio debe cumplimentar para ser considerada de utilidad pública para ser expropiada, para lo cual al consultar anticipadamente a personas idóneas en el tema, indicaron que el hecho de que se hayan construido hace más de 50 años no incide en absoluto en ese reconocimiento.

Si se superara esa instancia, todavía queda definir de donde sale el dinero para hacer frente a la expropiación.

Todo vuelve, así que no se extrañen si en alguna movilización ven alguna remera o pancarta con la frase: “Somos diferentes”.

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